jueves, 17 de febrero de 2011

El desafío

En la profunda noche los suelos se elevaron, livianos, sobre la mirada atenta del Faquir. Era más de lo que la desolación podía abastecer. Ahora perdida para siempre, en la sombra del murmullo vespertino, no es cierto que con la alborada, puede subsanarse, pero es más que la ardid postrera y en la dicha sabe, que no mentimos inermes entreverados.

Tomó mi mano, fue solo un instante. El tiempo justo para que sintiera su pulso. Su pulso y el deseo. El deseo de abrazarlo. Pero no lo hice, pues he aprendido qué es lo que se debe hacer en cada momento. Y sé que no he de sufrir ni consumir mis noches esperando a quien venga a despertar el olvido. Y no puedo evitarlo. Esperar. Siempre hay una espectativa cautiva. Entre los ojos de los inocentes, hemos sido capaces de construir nuestro camerino privado, nuestro camerino de misterio, nuestro camerino de enseñanzas vacías.

Siento que nada tiene sentido. ¿Es necesario darle un sentido a la vida?¿Darle un sentido a todo esto, a lo que somos o a lo que no somos? Es verdadero. Nada es verdadero, salvo los sueños. Los sueños es todo cuanto me queda y no hay más allá entre el espíritu de la víbora, no hay reescritura ni desvarío postrero ni muertes en la noche inesperadas. Despedíos del tiempo, pues no es vuestro amigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario